Condición de luz

Hay una condición de luz entre nosotros,
algo de claridad, fulgor menudo,
flotando en la hipotética reunión de nuestras manos.

Dormido frente a ti,
preso en un sueño recurrente que no empieza,
miro tu rostro limpio de emociones,
espléndido y mortuorio, como el mármol,
reinar sobre las sombras que se curvan en el fondo.

No te he visto jamás, pero mis ojos
llevan ya décadas soñándose en los tuyos.
Me sé de sobra ya la transparencia reservada a cada gesto,
el aire destinado a concederme tu primer saludo.
Y no lo quiero más.
Quiero olvidarlo todo y despertar como si fuera
un sábado cualquiera de una diáfana rutina compartida.

Pero ese es sólo un sueño de mi sueño.

Pálida y bella,
huésped de un sueño hermético que nunca acaba,
tú también duermes frente a mí
sin ver que tras mis párpados cerrados,
envejeciendo a expensas de mis propios sueños,
miro tu rostro,
limpio de emociones,
intacto por la luz auténtica de la mañana.