Este no es el poema

El poema fue ayer, hace catorce años,
como a las diez a. m. de una calle
que hoy es sólo una búsqueda habitual en Google Maps,
un zoom atolondrado y algo previsible
en la cartografía mnemotécnica de ciertos días.

Yo podría volver a ese lugar;
subirme a un avión, después a un colectivo,
y llegar caminando hasta esa calle
poco antes incluso de que sea el mediodía.

Pero no es una suma de kilómetros
–poco más de ocho mil– lo que intermedia.
Ni siquiera las quince o veinte horas
del combinado viaje de regreso.
Es la huella de todo lo ocurrido
en el hiato abismal de estos catorce años.

Es la vida después de aquel poema,
las caries y el amor, los incontables rostros vistos;
es mi escolar acento oaxaqueño
diluido una ciudad tras otra sin siquiera darme cuenta,
el aire que han quemado mis pulmones,
todo Internet hasta la fecha y las llamadas de mi hermano,
las cosas que olvidé, los diferentes cortes de cabello,
direcciones y números de celular,
navidades y horóscopos, canciones...

Es el poema mismo propagando su recuerdo
en los demás poemas desde entonces,
y que a pesar de unirlo todo,
de infectarlo todo ahora,
no ha vuelto a ser,
y nunca lo será de nuevo,
luego de ser ayer en esa calle.